Ailsa y Saghan son los llamados «Esperados
Blancos», cuya unión, cuenta la leyenda, les
convertirá en los primeros reyes que unirán
los dos clanes: el clan Kranjal, guerreros que
viven para el arte de la lucha, y el clan de los
Denjel, individuos más espirituales y con
poderosas habilidades psíquicas.
En una tierra apartada del mundo, bajo el azote de un
temporal, nacen un niño y una niña tras una gestación de
doce meses. Ninguno de los recién nacidos se parece a sus
padres: ambos son tan blancos como la nieve que cae a su
alrededor. Fueron concebidos para regir el joven reino de
Neimhaim como esposa y esposo, pero además su llegada
es profética: son los «Esperados Blancos», los que unirán
dos pueblos separados durante siglos y traerán de vuelta a
una estirpe perdida.
La niña se llama Ailsa, pertenece al clan Kranyal, un pueblo
impetuoso, amante de las artes del combate. El niño es
llamado Saghan, ha nacido en el seno del clan Djendel,
gentes pacíficas, protectores de la vida, que cuentan con los
dones: habilidades sobrenaturales cuyo uso acotan con una
estricta moral.
La Alianza promete prosperidad, pero algo inesperado
ocurre cuando los Esperados tienen tres años, un incidente
que tuerce el curso de los acontecimientos y pone en
entredicho su destino.
Entre tanto, muy lejos de allí, alguien sigue atentamente la
vida de estos niños: Nordkinn, un dios maldito, el dios del
Norte que, en su destierro, tiene sus propios planes para
los herederos, mientras urde pacientemente una venganza
contra sus iguales