De Spirou a El juego de la luna
José Luis Munuera pone en imágenes un guión de Enrique Bonet
tras haber vendido un millón de ejemplares de sus diversas obras
José Luis Munuera, un dibujante de éxito internacional, que ya había mostrado su genialidad en
prestigiosas series como Spirou a lo largo de cuatro álbumes, y Enrique Bonet, un contrastado
guionista e ilustrador que trabaja tanto en el ámbito nacional como para el extranjero, han unido
esfuerzos creativos impulsados por una amistad compartida de muchos años para convertir El juego
de la luna en un relato fantástico, negro y fascinante, una obra tierna y crepuscular.
En 136 páginas divididas en dos actos, El juego de la luna despliega los encantos conjugados de
un mundo onírico, del relato iniciático y de la aventura, que toman cuerpo en Aldea, un pueblo
impregnado de leyendas y supersticiones. El blanco y negro trabajado a la aguada, salpicada de
sugerentes tonos rojos a lo largo de parte de sus páginas, sirve de maravilla a este relato intemporal,
que se mueve también en un ambiente brumoso propio a las ensoñaciones, pero también a los
peligros...
Aldea es una región aislada y perdida, sus habitantes están anclados en los miedos y las creencias
de un mundo ancestral. Con el telón de fondo de un bosque inmenso, Artemisa, junto a su hermano
pequeño, se verá en el corazón de un drama que cambiará su existencia y la enfrentará a sus dos
mayores obsesiones: la luna y su belleza hipnótica, y el niño que ve cada noche en sus pesadillas...
Y es que Aldea es un espacio inventado, un lugar inexistente en el que el tiempo parece haberse
detenido. Un mundo perdido y casi inexpugnable, anclado en su propia historia, ajeno al progreso y
a los avances tecnológicos, que no ha abandonado los modos de vida de la sociedad rural tradicional.
Un mundo premoderno, en el que el pensamiento racionalista no ha llegado a asentarse y en el que
la magia, la leyenda y la tradición explican el mundo tanto como el sufrimiento diario y la lucha por
la supervivencia.
Bonet y Munuera proponen un mundo en el que las fantasías infantiles pueden ir desde lo más
agradable hasta lo más trágico y desembocar en un juego de muerte y desesperación .
Diario de Sevilla