Al acercarse el centenario del hundimiento del Titanic,
varios planes se ponen en marcha para reflotar el pecio
y obtener grandes beneficios del colosal espectáculo.
De un lado se encuentra el proyecto de la empresa
británica Parkinson, respaldado por las ideas del genial
inventor Roy Emerson. Del otro, el intento de la
corporación japonesa Nippon-Turner, que cuenta con
el famoso ingeniero oceanográfico Jason Bradley, experto
en rescates marinos.
Ambos proyectos se basan en la perdurable fascinación
del Titanic, pero disponen de un tiempo limitado
para conseguir su objetivo. Según se aproxima la
fecha fatídica, deberán lidiar con todo tipo de imprevistos,
pues no importa lo que prevean, el mar siempre
les propondrá un desafío inesperado.
Pero la cuestión más acuciante para todos no será
si se puede rescatar el Titanic (pues queda sobradamente
demostrado que es factible), sino si debe hacerse,
y qué sacrificios son aceptables para ello.